Una mañana, el príncipe Gustavo por allí pasó. Se enamoró al instante y a la niña besó. El amor fue más fuerte que todos los hechizos, la niña abrió los ojos y el encanto se hizo añicos.
Este sitio web utiliza cookies, tanto propias como de terceros, para mejorar su experiencia de navegación. Si continúa navegando, consideramos que acepta su uso. Más información